sábado, 14 de marzo de 2015

Los ukiyo-e

Como prometí la última semana, mi idea era acabar la relación de impresionismo, japonismo y manga en una tercerca sesión, sin embargo me ha parecido oportuno tratar antes el tema de las estampas japonesas de forma aislada, puesto que están relacionadas tanto con los impresionistas como con el manga.

Sin entrar a explicar la historia de los ukiyo-e ni la evolución del nombre, sí me gustaría detenerme en su etimología, pues es en los propios caracteres que conforman la palabra en donde se encuentra su propia definición.

Uki = huidizo, fugaz, en movimiento; Yo = mundo; Yé = dibujo  
 
El término "ukiyo-e" es utilizado para designar la escuela en la que se agrupan todos esos artistas grabadores que se dedicaron a plasmar imágenes del mundo fluctuante; captando todo aquello que había de inestable y fugaz en la cotidianeidad; lo efímero, lo mutable.

En cuanto al estilo, los ukiyo-e se caracterizan por su dibujo sinuoso, el contorno ondulante de las figuras, el uso de composiciones asimétricas y descentradas -generalmente desde puntos de vista peculiares- y por su voluntad de reflejar el movimiento.





Los principales temas de representación de las estampas japonesas en el siglo XIX son los siguientes:

- Kabuqui (mundo del teatro)
- Shunga (erótico)
- Kachoga (flores y animales)
- Mundo femenino: cortesanas, casas verdes, geishas, casas de té...
- Paisajismo
- Giga (estampas humorísticas, caricaturas y manga)
- Havimaque (estampas mixtas)

Pese a que todos estos géneros fueron profusamente reproducidos por los artistas -habiendo quienes los conreaban todos y quienes se especializaban sólo en aquellos de mayor demanda-, no por ello hay que pensar que siempre tuvieron la misma acogida, pues, por ejemplo, a principios del siglo el paisajismo y, en general, las imágenes de naturaleza -entre las que se encuentran también los kachoga-, no gozaban del suficiente reconocimiento, mientras que en las últimas décadas del período Edo se convirtieron en un tema recurrente y de gran éxito, tanto a nivel nacional como internacional. De hecho, no solamente se revalorizó la naturaleza sino que al tiempo que esto ocurría, la proliferación de los géneros antes altamente demandados había ido menguando. Esto se debió, en parte, al hecho de que la dinastía Tokugawa se había vuelto cada vez más estricta, prohibiendo algunos de los temas que habían logrado una mayor popularidad, restringiendo así el repertorio y forzando a los artistas a buscar nuevas fuentes de inspiración. Asimismo hay que decir, que el éxito abrumador del paisajismo en el grabado japonés se debió, en gran medida, a la labor de Katsushika Hokusai y Ando Hiroshige, dos grandes exponentes del ukiyo-e, que dedicaron a esta temática gran parte de su producción y en la que destacan algunas sus obras más célebres.

Ante todo, los artistas del ukiyo-e buscaron sus temas de inspiración en el mundo contemporáneo y en las actividades relacionadas con el ocio, por lo que no es extraño que las imágenes más demandadas al principio fuesen las que reflejaban el ambiente del barrio del teatro y del placer -los dos focos de atracción de la ciudad de Edo-, allí donde bullía la vida de unos ciudadanos ávidos de diversión y distracciones. El recibimiento que tuvo el paisajismo, así como el resto de géneros mencionados, responde a las aspiraciones de la sociedad, especialmente de la burguesía japonesa. El florecimiento de dicho género tuvo mucho que ver con su contexto, pues en esa misma época de crecimiento y desarrollo de la ciudad de Edo -así como de Kyoto y Osaka-, se construyeron también grandes caminos que partían de la capital y que llegaban a todos las regiones, fomentando así el turismo interior. Esto fue una ventaja para los artistas, pero no sólo para ellos, pues muchos japoneses se vieron atraídos por esta libertad que les permitía huir de aquellos ambientes recluidos de las ciudades. Así fue como las actividades de ocio dejaron de centrarse en el núcleo urbano para interesarse en las posibilidades que ofrecían los escenarios naturales.

Kabuki
Otani Oniji II (1794), Sharaku
El teatro fue uno de los temas más solicitados, no siendo tanto la propia narración y drama de las historias como la fisonomía de los actores lo que despertaba el interés del público. Los artistas del ukiyo-e enseguida comenzaron a recibir encargos de carteles, estampas e incluso de programas ilustrados. Éste fue uno de los géneros predominantes en el que muchos artistas se especializaron, pues llegaba a significar un tercio de la producción total de los ukiyo-e. Otra temática en la que escuelas enteras de grabadores se especializaron fue en el sumo, el cual ya a finales del siglo XVIII se había convertido en un deporte profesional de gran popularidad. Sin embargo, y quizá lo más interesante -o como mínimo curioso- de este género fue su influencia sobre otro aparentemente opuesto, como es el de las shunga. En las estampas eróticas se imitaban las posturas de los combatientes presos en las inmovilizaciones que tenían lugar en las luchas de sumo.

Shunga  

La principal diferencia rápidamente apreciable entre el erotismo occidental y el japonés, es la ausencia de sentimiento que caracteriza a este último. Precisamente la singularidad de las shungas recae en esta inexpresividad, en el hieratismo de sus figuras, la falta de interés por la anatomía -en la que centra el protagonismo la pintura europea-, exceptuando el acto sexual donde se recrea en el detallismo, alterando incluso las proporciones. A parte de este último aspecto, en general la atención incide en la vestimenta e incluso a veces en los decorados.

El mundo femenino y Utamaro
A menudo en los grabados se representa a la mujer vestida con kimono, aunque también hay xilografías en las que aparece desnuda. Ésta puede aparecer en pequeños grupos con otras mujeres o bien de forma aislada. Lo más frecuente era que se tratase de cortesanas. De nuevo, el protagonismo recae en los estampados de las telas, los peinados -generalmente adornados con peinetas y agujas- y las manos, siendo las propias ropas las que sugieren los movimientos de un cuerpo que no puede más que imaginarse y algunas veces, intuirse. En este tipo de xilografías lo que se expresa es la delicadeza, el refinamiento, así como la fragilidad de estas mujeres que aparentan porcelana. 


Utamaro es uno de los grabadores que se entregó más a esta temática -con la que logró la fama-, siendo sus obras extremadamente delicadas. Sin embargo, lo significativo de este artista es que éste fue más allá del aspecto exterior y estético, explorando el rostro femenino, casi inaugurando con ello el retrato individual y el estudio psicológico en este tipo de representación. Además, no se limitaba a dibuja sólo a la mujer bella, sino que se interesó en plasmar a la mujer en sus diferentes facetas, des de la joven, rica y bella a las maternales y humildes; buscando una visión más íntima. Se ha dicho también, que a través del mundo femenino Utamaro estaba simbolizando el mundo de la naturaleza.





El paisajismo de Hokusai y Hiroshige

El paisaje  de Hokusai y Hiroshige despertó en seguida el entusiasmo de un público, el cual, cabe decir, era cada vez más amplio. Ambos artistas expresaron, por caminos distintos, ese estado de permanencia y  de eterno retorno que hay en la naturaleza, al  mismo tiempo que plasmaban el carácter frágil y perecedero de las cosas. Tanto uno como otro fueron grandes observadores, pero se acercaron a la realidad de forma distinta. Al principio, Hiroshige tenía  una visión cercana a la de Hokusai -más dramática-, pero con el tiempo se aleja para permanecer en una  actitud más contemplativa.

Las series más famosas de Hokusai son seguramente Las treinta y seis vistas del monte Fuji y Las cien vistas del monte Fuji, en la que los puntos de vista escogidos són frecuentemente los que aportan un mayor dramatismo o son los relevantes del paisaje. Perfilando siempre la montaña y  generalmente sus escenarios naturales se encuentran siempre habitados por gente, son paisajes vividos. La obra más célebre de este autor es La gran ola de Kanagawa, en donde se ve ese dramatismo, la captación del instante y de lo efímero, al tiempo que representa la omnipotencia dela naturaleza.

En cuanto a Hiroshige, su fama creció a partir e la serie de Las cincuenta y tres etapas de la ruta de Tokaido, sin embargo las estampas que tuvieron más exito fueron las de Las cien famosas vistas de Edo, en las que pretendía reflejar los diversos aspectos de la ciudad en un momento en el que Japón estaba en plena transformación e industrialización. Esta visión puede recordarnos un poco a la mirada romántica impregnada de esa visión melancólica hacia el pasado o incluso a veces por el propio presente que está a punto de desaparecer, como por ejemplo el caso de El Temerario remolcado a su último atraque para el desguace, de Turner. Pese a que las xilografías de Hiroshige sean más reflexivas, ese interés aquello que es fugaz también será visible, como es por ejemplo la estampa de El puente Ohashi en Atake bajo una lluvia repentina.



Por último mencionar que habrá dos elementos que serán constantes en el paisaje japonés serán el agua y la montaña, especialmente el monte Fuji.




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